Mi camino para convertirme en médico fue dirigido al inicio por mi padre. Inconscientemente, cuando joven, no me di cuenta de que la indiferencia paterna resultaría ser, sabiduría paterna. Mi historia es una saga complicada, pero universal, entre padre e hijo. Lo que fue especial en la narrativa fue que mi padre, Richard Tucker, era una figura icónica, un tenor de ópera legendario. Mi ambición era seguir sus pasos hasta un escenario de ópera, pero su visión para mí era que me convirtiera en médico. Crecer con ese poderoso hombre no fue fácil y, a veces, fue, incluso, humillante. Nuestro conflicto de voluntades fue tanto frustrante como hilarante. Esa odisea de música y de medicina se jugó en varios escenarios alrededor del mundo, pero al final, el último acto reveló mi destino verdadero.
En mis años formativos, mi familia vivió modestamente en Brooklyn, Nueva York, donde mi padre ocupaba el apreciado cargo de cantor en el Centro Judío de Brooklyn y donde el rabino Israel Leventhal era su renombrado líder espiritual. Sin embargo, una vez que mi padre llegó a la Metropolitan Opera Company en 1945 como tenor principal y se convirtió en una superestrella internacional, nuestras vidas cambiaron dramáticamente. ¡Fue CAMELOT! Ir al Met y ver a mi padre actuar, observar sus múltiples apariciones televisivas, viajar con él a muchos países, tener invitados ilustres en nuestra mesa y acompañarlo a visitar la Casa Blanca, donde cantó para cinco presidentes estadounidenses.
Entonces, ¿era poco razonable creer que podía seguir sus pasos?
Estate atento para saber más sobre mi biografía, El Duro Trato